Un tsunami que parte el corazón
La asociación Decir Adiós acompaña a personas que han perdido a un ser querido a recorrer el camino del duelo hasta la recuperación
23.02.2015 | 09:13
Diario de Ibiza
«Como un sunami». Así resume Gina Campalans, presidenta de la asociación Decir Adiós, lo que supone en la vida de una persona la pérdida de un ser querido. Cuando ocurre, uno tan solo puede «armarse de valor y decir: ´´Hay que pasarlo, hay que mirarlo de frente, por doloroso que sea´´», porque intentar evitar el proceso del duelo, desde la muerte hasta la recuperación, solo lleva a «cronificar» la situación. «Y tarde o temprano va a salir», asegura.
NIEVES GARCÍA GÁLVEZ | IBIZA «Hay una especie de idea según la cual cuando has perdido un hijo nunca vuelves a estar bien, y eso es mentira», asegura con rotundidad Gina Campalans, presidenta de la Asociación de ayuda al duelo Decir Adiós. Ella sabe bien de lo que habla: hace 11 años perdió al mayor de sus hijos, David, en un accidente de submarinismo, y sintió un dolor tan grande que le partía el corazón. «Me costaba hasta levantarme por las mañanas», recuerda.
En medio de ese sunami, como ella lo define, que sacudió a toda su familia, Gina comenzó su proceso de duelo buscando respuestas para sus muchas inquietudes: «¿Por qué siento esto?, ¿por qué no puedo dormir?, ¿cuánto durará este dolor?, ¿podré seguir viviendo?». Con un «verdadero deseo de salir adelante» y sabiendo que no podía abandonarse al dolor –«yo tenía cinco hijos más, un marido», dice–, investigó y encontró en ella y en el exterior herramientas que la ayudaron a recorrer y «terminar» su camino.
«Y al decir terminar es importante entender que sabes que has atravesado un duelo cuando puedes pensar en la persona que ha fallecido sin que te desmorones», apostilla esta madre, que intenta romper con el «tabú» de que nunca se vuelve a estar bien y que cree que su propio caso sirve para «dar esperanza». «Aprendes a vivir sin ese hijo; ahí te queda una cicatriz, porque la vida nunca será la misma sin él, porque forma parte de tu vida, de tu mapa, de tu historia... tus hijos, tu marido, tu esposa... Pero aprendes a reinventarte, a vivir sin esa persona, acomodando los recuerdos y lo que supuso para ti y para tu familia».
«Ayudar a los dolientes»
Esta experiencia y lo aprendido
durante su duelo llevó a Gina a querer ayudar a otras personas. Lo hizo a través de un programa de radio online llamado ´Decir Adiós´, en el que durante dos años entrevistó «a gente que había atravesado
duelos, a psicólogos, a quienes pudieran ayudar a otros que estuvieran en el proceso». Con el paso del tiempo, adquirió «mucha formación como terapeuta de duelo» –«no es que lo sea», puntualiza–
y llegó un momento en que se sintió «preparada para ayudar a los dolientes».
Entonces, gracias a la Fundación Abel Matutes, que le cedió unos locales «de forma absolutamente altruista», a Bruno Raymond, propietario de la Maison del Elephant, y a la de toda su familia que la apoyó desde el principio en esta iniciativa, en febrero de 2012 abrió las puertas de la asociación por la que creen que han podido pasar ya unas 50 personas.
Gina cuenta que cuando empezó tenía dos cosas claras. La primera era que quería «crear un ambiente muy acogedor, un entorno confortable», ya que sabía que las personas llegarían «muy hechas polvo» y que eso favorecería que «se sintieran acogidas, en un entorno de confianza donde estuvieran seguras y no se vieran juzgadas si estaban enfadadas o rabiosas contra el mundo, contra Dios o contra sus familiares». Y parece que lo ha logrado: al entrar en la sede de Decir Adiós se nota una agradable calidez.
Un cartel en el que se puede leer ´Bienvenidos´ cuelga de una de las paredes del salón donde se celebran las reuniones. Allí, varios sofás y sillas forman un círculo alrededor de una pequeña mesa en la que al llegar se sirven cafés y tés. Y unos grandes cuadros, cuatro concretamente, cada uno con una de las letras de la palabra love (amor) ocupan otras dos paredes.
La otra idea que Gina perseguía era «contar con el respaldo de médicos, psicólogos, de personal sanitario». «Quería que supieran que existía un lugar como este», cuenta y agrega que actualmente «la mayoría de gente» que acude lo hace «derivada por sus propios psicólogos, médicos, psiquiatras». Aclara que eso no supone que quienes lo necesitan dejen de ir a tratamiento con ellos, pero subraya que Decir Adiós es «una herramienta más para ayudarles a atravesar su proceso de duelo». «Pero es importante decir que no todo el mundo necesita venir aquí ni todo el mundo necesita ir a un psicólogo», apostilla.
Diferentes formas de afrontarlo
Y es que Campalans señala que no todas las personas que han sufrido una pérdida lo viven de la misma manera, ni siquiera dentro
de la misma familia. «En el caso de una pareja que pierde un hijo, la manera de afrontar el duelo es diferente. A lo mejor el marido prefiere no hablar para que a la mujer no le afecte, y ella no se atreve a llorar delante de él para que no se
ponga peor. Entonces, no aprenden a elaborar el duelo juntos», apunta.
En todo caso, Gina subraya que atravesar el proceso de duelo es inevitable y que quienes tratan de evitarlo, «refugiándose en el alcohol o las pastillas», por ejemplo, lo único que hacen es «cronificarlo, encapsularlo», y «tarde o temprano va a salir». «Hay que armarse de valor y decir: ´´Esto hay que pasarlo´´. Hay que mirarlo de frente, por doloroso que sea», insiste.
En la asociación lo que hacen es precisamente acompañar a las personas en ese momento de sus vidas. «Es como ayudar a una persona a pasar de una orilla del río a la otra», afirma Campalans, que dice que se buscan dos objetivos: «Que la gente se recupere de su dolor y recupere las ganas de vivir y ayudarles a normalizar lo que les sucede».
Según Gina, se pueden establecer tres fases del duelo: shock, aceptación –«es el punto fundamental para poder avanzar y lo que más cuesta de todo»– y adaptación a una nueva realidad. Y en el proceso, la persona padece una serie de síntomas muy variados –«taquicardia, insomnio, falta de apetito...»– y se encuentra en un estado «de confusión, falta de motivación, de tristeza, angustia...».
Y cuando uno está en ese estado, escuchar a otras personas que están viviendo lo mismo, «ayuda a normalizar» lo que está sucediendo. «Recuerdo que cuando murió David yo me conectaba a foros de Internet para ver qué les pasaba a otras madres y saber si era normal que yo sintiera lo que sentía», dice.
Entrevista previa
Cuando una persona quiere participar en las reuniones de la asociación, Gina se entrevista primero con ella «para ver si es favorable que entre en el grupo, si está en el momento óptimo
o no».
Y el primer día que acude a la reunión, se empieza con una presentación: «Cada uno dice por qué está aquí, va contando su historia. Yo siempre dejo que [la persona nueva] sea la última, porque cuando ha oído a los demás está preparada para decir: ´´Mira, a mí me ha pasado esto´´».
Campalans resalta que hay personas que han acudido acompañadas y otras que lo hacen solas, si bien subraya que es imprescindible que quien ha sufrido la pérdida tiene que querer ir y recuperarse.
«La primera vez que la persona se involucra en el grupo dejamos que se tome mucho tiempo», resalta Gina, que agrega que esta asociación es «básicamente un sitio para escuchar, empatizar, llorar al lado de, abrazar...». «Aquí hay Kleenex por un tubo, pero no creas que estamos siempre llorando, también nos reímos», aclara y apostilla que «no hay un ambiente trágico».
«Hablar y escuchar»
Las herramientas de las que disponen para ayudar a quien quiere ser ayudado son, en primer lugar, «hablar y escuchar».
«Muchas personas de las que vienen no se encuentran comprendidas en su entorno», apunta Campalans, y critica las prisas que hay en la sociedad actual por una rápida recuperación: «La sociedad demanda que nos pongamos bien enseguida;
hay mucha gente que tiene esa queja. Pero las cosas tienen su tiempo y el duelo no tiene un tiempo definido, no se puede decir: ´´Dura de enero hasta septiembre´´». Así, señala que en esa duración influyen
factores como son los recursos internos de la persona, el apoyo que tiene alrededor o el apego con el fallecido. «Sufrimos porque amamos», dice.
El valor de quienes piden ayuda
En las reuniones quienes asisten encuentran,
según Gina, personas que escuchan con atención, que se implican en el dolor que sufren. Y al mismo tiempo, escuchar a otros, ver cómo los demás han resuelto situaciones, ayuda a adquirir recursos. «Poner palabras al dolor
ayuda mucho a empezar a curarlo», lee la presidenta de Decir Adiós de uno de los folletos de la asociación, e incide en «el valor» de quienes van allí sin conocer a nadie y comparten «sus problemas más íntimos,
más personales».
«Otras herramientas que utilizamos son las películas –siempre con la finalidad de producir una catarsis–, los talleres, las charlas, los documentales», indica Campalans, y pone de ejemplo un taller sobre enfermedades psicosomáticas impartido recientemente por una de las dos colaboradoras del equipo, Montse Calvo y Gisele Serrano. «Y cuando la persona está preparada, otra herramienta que usamos es aprender a despedirse. Porque hay que tener en cuenta, como en mi caso, que por la mañana te despides de tu marido, tu hijo, tu madre, o puede que ese día estuvieras enfadado, y a media tarde te avisan de que ha tenido un accidente y ha muerto. ¿Qué pasa? Que han quedado cosas incompletas, cosas que te hubiera gustado decirle, y aflora la culpabilidad», sostiene.
No obstante, Gina apunta que «no todo el mundo quiere ser ayudado». «Hay quien pasa como de puntillas: viene, ve y se va. Y quienes se quedan es porque realmente ven que hay deseo de ayudarles y se dejan», explica. Además, resalta que luego estas personas que «se van poniendo bien, acogen a los siguientes que van llegando».
«Te produce una inmensa satisfacción ver cómo la gente se va recuperando; vienen verdaderamente rotos, casi sin poder hablar, y ves cómo van recuperando un poco la ilusión, cómo van reorganizando su vida, restableciendo sus relaciones. En fin, recuperando la ilusión por vivir, aunque no es un camino fácil y lleva su tiempo», concluye.
Una asociación convertida en «un centro de resolución de conflictos»
20.02.2015 | 11:18
N.G.G. | IBIZA Gina Campalans explica que poco a poco la asociación «se va convirtiendo en un centro de resolución de conflictos». «Ya no solo viene gente que ha perdido a un ser querido, sino algo en su camino», apunta.
Explica que hay una mujer que acude tras haber tenido un derrame cerebral hace unos años. «Se había perdido a sí misma, no se reconocía, y su psiquiatra le recomendó que viniera». También hubo otra que tenía un hijo en la cárcel y a quien su médico aconsejó acudir a la asociación: «Le dijo: ´´Tú estás atravesando un duelo porque no eres capaz de aceptar esa realidad´´».
Campalans recuerda otro caso «muy significativo», el de una mujer que «no había perdido a sus hijos físicamente», sino que «a raíz de una separación, de conflictos, sus hijos se fueron desligando de ella hasta el punto de no querer tener relación». «Vino también derivada por su psiquiatra. Cuando me contó su historia le dije: ´´Puedes venir, pero mira, piensa que el hijo de esta mujer murió hace seis meses, el de esta, hace ocho...´´, y le fui nombrando a personas con las que se iba a encontrar y que sí que no volverían a ver a sus hijos. Le hice ver que ella siempre tenía un camino de vuelta, que podía cambiar su manera de actuar para recuperar a sus hijos. Y de hecho, unos meses después los recuperó y ahora tienen una relación preciosa», relata Campalans.
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